Tú eres, luna, reflejo de esta pena
amarga como tus volantes, compadecientes
enterrándose bajo toda esa cera
fundiéndose evitando todo polvo
inlibrable, siempre una araña
si voy a la ducha, puerca
fileteada, en esta cama en esta noche
cálida y única, tardía
como mayo que marcea
molesta para toda falla, apagando
fuego fatuo, absurda, matando
de nuevo ¡la luna vino a otros de mis ojos!
yo le dije acudiera.
Arrastro compulsiva esa caja de luz
desatendiendo a ese escritorio precoz
acariciante y jardinero
opacado, buscando tu mano
una llanura en la que ya la duda te abrace
y sepas que más allá, tras el verde
tu reptar adulto habrá esparcido sus cadáveres
pudiendo bailar y pisar firme y ligera
y ese reloj dado vuelta presidirá
esa puntualidad con tus pasos.